Blogia
CHOCOLATENEGRO

LA ASCENDENCIA

LA ASCENDENCIA

 

“a mi hermano Víctor por enseñarme de la muerte”

 

Silban los apamates al paso. Gruñen la hojas viejas que caídas parecen piel de tierra y un surco va dejando el rastro triste del recorrido. Mil tambores suenan desde los árboles niño y el vuelo desalmado de los buitres va escoltando el gigante cajón de madera, que la población construyó para trasladarme.

Yo que sólo tengo energía para comunicarme conmigo, en un último suspiro, logro sentir como a los lejos los capullos abren para verse con el sol, escucho el afán nervioso de las abejas, el rugir de la tierra negra en el surgimiento de la nueva vida.

Todo el pequeño pueblo se ha armado de fuerza para llevarme a la colina, donde la montaña besa blanca al cielo y el viento como brazo de las alturas, acaricia todo a su paso. En ese punto del espacio, los yhinco lanzan al vacío los cuerpos que según su cultura: trascienden de plano. Tienen la idea de que a medida de que el cuerpo va cayendo la madre naturaleza va disolviendo cada parte antes de llegar al suelo y no sufre contusión alguna.  

Más de doce horas han pasado desde que inicié mi recorrido final, en medio de aquel dolor que por ser extenso enmudece inclusive a quienes no lo sienten.

Se hace tarde y el sol en Selva Cangrejo comienza a ocultarse. Las sabias Yhinco van gritando oraciones en el recorrido, mientras los niños depositan en el surco triste de la caja, semillas de mango y aguacate.

En una mirada: el cielo con ojos naranjas me da una última chispa de energía para escribir. Mi mente, libro de páginas siempre blancas y prestas, de capítulos perdidos, de finales encontrados, de huérfanos amores y momentos solitarios… mi mente puerta hacia lo desconocido está ahí dispuesta a grabar en un instante cualquier intención mía de registro. Escribo entonces:

Los fantasmas que me persiguen

y los amores que aún me están buscando,

aquello maravilloso del futuro que me espera,

eso que me anhela y no ha llegado

 

A quienes en intención de llorarme

limpian con olvido todo rastro,

a quienes pretenden inventarme

para no sentir que me han perdido

 

Me marcho…

 

 

Ahora luego de tantos años

Pese a los innumerables ruidos,

La esperanza de nuevos sonidos

Comienza a inquietarme.

 

La posibilidad es macabra

Cuando no se conoce el paradero,

Cuando la angustia se hace amplia,

Cuando avanzo estando ciego.

 

Los yhinco, hacen sus últimos esfuerzos por lanzarme al vacío y lo logran… tiempo de escribir entonces un último verso.

 

Un hilo de paz atraviesa mis manos

las nubes tejen almohadones.

Me acompaña el canto feliz del mundo

En la garganta de los tambores.

 

 

Félix Mora 14/04/2010

0 comentarios